Portada » El síndrome de la rana hervida

El síndrome de la rana hervida

El sindrome de la rana hervida EscuelaLiberarte

Había una vez una rana, que un día saltó a una olla de agua hirviendo. Inmediatamente, volvió a saltar para salir de ella y escapar del agua hirviendo, ¡era insoportable!

Otro día, la rana saltó a una olla llena de agua fría que estaba bajo el sol. Y allí se quedó, muy cómoda y tranquila. Poco a poco, el agua se fue calentando y cada vez estaba algo más templada. Pero la rana se fue acostumbrando, y allí seguía, nadando plácidamente en ella. Lentamente, el agua fue subiendo su temperatura hasta hervir, algo que la rana no había notado, pues se había ido acostumbrando al calor. Al aumentar tanto su temperatura, la rana intentó salir, pero como había gastado todas sus energías adaptándose al agua, ya no le quedaban fuerzas suficientes.

Actuamos bajo el “síndrome de la rana hervida” cuando nos adaptamos a situaciones, personas o relaciones que son perjudiciales y poco saludables para nuestro bienestar mental, emocional o físico. Cuando permanecemos mucho tiempo en estas situaciones, nos desconectamos de nosotros mismos y ocultamos nuestras emociones, necesidades y deseos propios.

¿Y qué hace que permanezcamos dentro de una olla que se va calentando poco a poco? El miedo, la inseguridad, la incertidumbre, la confianza que nos da mantenernos en nuestra zona de confort, lo poco que nos conocemos y queremos, la esperanza de cambio, etc.  En nuestra sociedad, por mucho tiempo  hemos idealizado las conductas hiper-adaptativas y sumisas valorando muchas veces a quien “no se queja de nada”, o “es una buenazo” o “una santa”…¿Te suena? 

Muchas veces no somos conscientes de ser “ranas hervidas”, otras veces somos conscientes pero  no sabemos cómo salir de la olla, otras nos quedamos en ella porque hacerlo implica algunos  beneficios… En definitiva, seguimos en la olla a pesar de todo, repitiendo una y otra vez aquellas actitudes que nos resultan dañinas.

¿Qué podemos hacer?

Permanecer en algo que nos daña es indicador de que estamos auto engañándonos, escondiendo emociones, o, en el mejor de los casos, de que hemos aprendido a gestionar el malestar de tal forma que ya ni lo notamos. Si permitimos que algo nos dañe, en realidad nos estamos dañando a nosotros mismos.
 Si no ponemos límites a aquello que nos perjudica, nos estamos abandonando.

Vivimos en una sociedad y, por supuesto, necesitamos relacionarnos con otras personas. Por ello, a veces resulta necesario hacer algunas adaptaciones. Ser flexibles, aceptar circunstancias que no son las que desearíamos y tener en cuenta a los demás son actitudes sanas y deseables, siempre y cuando se consideren ciertos límites. Tan perjudicial es la rigidez y la inflexibilidad como ser excesivamente sumisos y adaptativos. Ninguna actitud llevada al extremo resulta saludable.

La incomodidad, el miedo o la incertidumbre son emociones normales que aparecen cuando realizamos cambios en nuestra vida o nos enfrentamos a lo que nos perjudica. Aprender a sostenerlas y darnos el derecho a estar bien, nos ayudará a recordar que salir de la olla es un acto de respeto, valoración y amor propio.

Y tú, ¿te has sentido una rana hervida alguna vez?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.